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A propósito de la reapertura de la Plaza de Acho

¨La no-violencia conduce a la ética más elevada, que es la meta de toda evolución. Hasta que dejemos de dañar a otros seres vivos, seremos todavía salvajes.¨ Thomas Alva Edison

Manuel Bartra

Publicado: 2022-10-19

1. ¿Son realmente sádicas y crueles las corridas de toros?

Según el Diccionario de la RAE, la palabra sadismo tiene la connotación de ¨crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta.¨ A su vez, la palabra cruel significa ¨que se deleita en hacer sufrir¨, así como ¨sangriento, duro y violento.¨

Basta con asistir a una corrida de toros para constatar que el torero experimenta -entre aplausos y ovaciones- evidente placer al matar al toro que, previamente, va arponeando con las llamadas banderillas y con la puya, cuyos extremos tienen puntas de fierro y de acero, respectivamente, diseñadas para perforar la piel y desgarrar los músculos, tendones y ligamentos del animal, además de sus órganos vitales.

De hecho, dejando de lado la matanza del pobre toro tras ser atravesado por una espada de acero denominada estoque, ya va sufriendo cortes y heridas -de abundante sangrado- producto de las banderillas que le van clavando de par en par sobre la nuca, así como de la puya que le perfora -desde la altura de un caballo- un jinete, usualmente regordete, que llaman ¨picador¨.

Se ha estimado que durante los 20 minutos que suele durar cada ¨faena¨, el toro puede perder casi hasta el 20% de su volumen sanguíneo, que equivale a varios litros de sangre, que van brotando de los cortes infligidos al animal con dichas armas blancas.

Al fin de la faena -con el toro desangrándose- el torero pide su estoque de casi 1 metro de largo para clavárselo en el corazón. Si la puntería falla, como es usual, el torero saca una suerte de daga llamada ¨puntilla¨ para acuchillar al toro -tantas veces como sea necesario- y finiquitar la vida del animal. Para sellar la faena, a veces con el toro abatido aún agonizante, le mutilan la cola y las orejas para llevárselas a modo de vulgar trofeo.

Siendo así, no es posible negar -salvo un cinismo desvergonzado o una ceguera patológica- que las corridas de toros son espectáculos irrefutablemente sangrientos y, por definición, se configura -queramos o no- la crueldad, incluyendo la de quienes gozan y aplauden ante el acuchillamiento y muerte de este bovino herbívoro, que es colocado, de pronto, en esa arena circular sin salidas ni escape posible y ante una muchedumbre bulliciosa y sobreexcitada.

2. ¿Qué representan las corridas de toros?; ¿Se permiten en los demás países del mundo?

Se le atribuye al escritor argentino Jorge Luis Borges la siguiente reflexión, en la que percibe al torero como un cobarde, pues se trata de ¨un hombre que con todo un aparato racional de estrategias, entrenamientos, armas, estocadas practicadas, clases y mucho estudio premeditado, se mide frente a un animal pasmado por la sorpresa, por la ansiedad (…) que no tiene otro recurso que los reflejos de su instinto primario. Bajo esa disparidad podemos medir el verdadero valor de los toreros. La valentía verdadera no soporta desniveles tan abusivos.¨

Por ello, para Borges y muchos otros más, ¨la tauromaquia es una de las formas vigentes de la barbarie.¨ De hecho, antes de la llegada de la ilustración -en tiempos precisamente más bárbaros- las corridas de toros se practicaban casi en toda Europa, hasta que empezaron a ser prohibidas -país por país- salvo por sólo España y sus vecinas: Francia (aunque no se permiten en París y otras grandes ciudades) y Portugal (donde -al menos- no desangran ni matan al toro por mero entretenimiento).

Como se sabe, España exportó su gran ¨fiesta¨ nacional a los países que tenía colonizados en América. A medida que cada país de la región fue liberándose del yugo español, comenzaron a prohibir estas tradiciones impuestas por los colonizadores.

Ese fue el caso, por ejemplo, de Chile, cuyo libertador Bernardo O`Higgins, firmó en 1822 -es decir, 4 años después de haber proclamado la independencia- la prohibición de las corridas de toros, conjuntamente con la abolición de la esclavitud. Simbólicamente, los esclavos recuperaron su libertad el mismo día que los toros ganaron el derecho a no ser torturados por simple diversión social.

Actualmente, sólo quedan 8 países -entre los casi 200 que hay en el mundo- donde las corridas aún son legales. Vergonzosamente, nuestro país es uno de ellos, a pesar del creciente rechazo ciudadano a estas sádicas tradiciones coloniales. Felizmente, las nuevas generaciones -más conscientes de la necesidad de respetar la naturaleza y/o no hacer sufrir a los animales- aborrecen las corridas, marcando así sana distancia respecto a sus padres o abuelos acostumbrados a una cultura más especista, en la que aún no existía -por ejemplo- el derecho animal.

3. ¿Ya tenemos normas de derecho animal en el Perú? De ser así, ¿cómo se mantienen las corridas de toros?

En el 2016 se publicó la Ley 30407, nuestra ley marco de protección y bienestar animal, que reconoce a los animales como ¨seres sensibles¨ y prohíbe que sean utilizados -precisamente- en ¨espectáculos de entretenimiento público o privado donde se (…) afecte su integridad física y bienestar¨, castigando con hasta 5 años de cárcel a quién comete actos de crueldad contra animales provocando su muerte.

Sin embargo, el lobby taurino logró incluir una disposición final en esta ley que, cual letra pequeña en un contrato bancario, exceptúa a las corridas de toros (además de las peleas de gallos) del alcance de la ley. Es decir, las exonera -al menos- hasta nuevo aviso.

Aunque los vocales del Tribunal Constitucional, que dejaron sus cargos hace unos meses, desestimaron -por diferencia de un voto- en el 2020, una acción legal que pretendía se declare ilegal o nula dicha exoneración, es cuestión de tiempo para que una nueva acción prospere ante vocales más sensatos y conscientes de la necesidad de conducir a la sociedad hacia formas más civilizadas, compasivas y respetuosas de entretenerse.

puya siendo clavada en el lomo de un toro

La historia demuestra que la cultura no es un estanco fijo e inamovible, sino que -por el contrario- varía en el tiempo, influenciada por el pensamiento crítico y el avance científico. Por ello, la tradición no es argumento suficiente para seguir sosteniendo prácticas moralmente aberrantes, cuya crueldad y sangre resultan innegables.

4. ¿Qué está ocurriendo en el Perú mientras proliferan estudios sobre la sintiencia y el sufrimiento que experimentan los animales?

Para los más necios que insisten en cuestionar si los toros sufren durante las corridas, ya abundan estudios médicos-veterinarios que confirman lo evidente: los toros ¨ (…) son sacrificados con elevada crueldad, exponiendo al máximo el sufrimiento y la descompensación corporal que termina con (…) una muerte segura.¨ (Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales – U.D.C.A. de Colombia, 2017).

Un hecho -acaso histórico- sucedido en los últimos días es la Declaración de Montreal, suscrita por más de 500 académicos de 40 países, que han coincidido en reconocer que ¨en etología y neurobiología, está bien establecido que los mamíferos (…) son sintientes, es decir, capaces de sentir placer, dolor y emociones.¨ Evidentemente, esto incluye a la especie del toro (bos primigenius) y sus casi 1,300 millones de individuos.

En realidad, la sintiencia de los animales -esto es- la capacidad que tienen para experimentar ante estímulos y/o las cosas del entorno como positivas o negativas, como placenteras o dolorosas, ¨es algo obvio para cualquiera que viva con animales¨, como perros o gatos, tal como manifestó el célebre biólogo y etólogo Marc Bekoff, cuando reviso la Declaración de Cambridge sobre la Consciencia Animal del 2012.

Mientras estos sucesos ocurren y el derecho animal avanza en el globo, en nuestro país -cual dimensión jurásica paralela- tenemos un Congreso que acaba de presentar un proyecto de ley para conceder a las corridas de toros y a las peleas de gallos la categoría ¨cultural¨, al tiempo que la Municipalidad de Lima ha permitido que se reanuden las corridas en la Plaza de Acho, que abrirá este domingo 22, a las 3pm.

Sobre lo primero, cabe señalar que la única autoridad competente para declarar el carácter cultural de un espectáculo es el Ministerio de Cultura. El D.S. 004-2019-MC, que establece los criterios para obtener dicha calificación cultural, precisa que esto no procede cuando el espectáculo incita violencia contra ¨animales y cualquier otro ser vivo.¨ De modo que mientras sigan torturando y matando toros, las corridas no podrán obtener tal calificación. Ante ello, todo apuntaría a que el lobby taurino habría empujado este proyecto -vía un congresista accesible- para tratar de obtener, torpemente y cual contrabando, el título que la autoridad competente no les puede otorgar.

Respecto a lo segundo, sobre la reapertura de la Plaza de Acho, es penoso constatar que han desalojado al albergue social de la Casa de Todos, para reanudar su carnicería este domingo. De hecho, ya circula por algunos distritos limeños buses haciendo grotesca publicidad a ese sangriento   evento con la gigantografía de uno de sus matadores de turno.

Al respecto ya se ha programado una marcha de protesta, convocada por la Coordinadora Antitaurina Perú, para el mismo domingo 23, a la 1pm, en la Plaza San Martín, a fin que la ciudadanía pueda expresar -pacíficamente- su rechazo -sino repudio- contra la reapertura de Acho y/o la reanudación de la tortura de animales como fiesta o espectáculo social.

Lo curioso es que la Municipalidad de Lima permita que la Plaza de Acho -bajo su administración indirecta- sirva nuevamente para torturar rumiantes, cuando acordaron -mediante el Acuerdo de Concejo No. 288 del 2020- garantizar que los inmuebles bajo su gestión (incluyendo la Plaza de Acho) no sean utilizados para espectáculos ¨donde se ejerza cualquier tipo de tortura contra los animales.¨

¿Acaso la influencia del nuevo alcalde de Lima, Rafael López -defensor taurino- tenga algo que ver?; o ¿será un último favorcito del actual alcalde Miguel Romero antes de dejar el cargo?. En cualquier caso, es obvio que se trata de intentos desesperados de quiénes aún gozan con estas tradiciones crueles, sabiendo que -cada día- más personas repudian esas prácticas injustificables, que ya carecen de toda legitimidad social.

No cabe duda que se trata de la crónica de una muerte anunciada. Una tradición violenta que, felizmente, está destinada a desaparecer más pronto que tarde. Ya desapareció en un 96% de los países del planeta. Es cuestión de tiempo para que desaparezca por completo, incluyendo el Perú, y así la Plaza de Acho vuelva a ser un lugar que sirva sanamente a la sociedad, sin necesidad de torturar ni matar -entre aplausos- seres sintientes.


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.