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La tortura a los animales de granja: ¿Hasta cuándo las jaulas inmovilizadoras para cerdas?

A propósito del Proyecto de Ley que propone su eliminación gradual

¨El hombre ha hecho de la tierra un infierno para los animales¨. Arthur Schopenhauer

Manuel Bartra

Publicado: 2023-03-31

¨Los animales no son propiedades o cosas, sino organismos vivientes, sujetos con vida que merecen nuestra compasión y respeto¨, nos recuerda el célebre biólogo Marc Bekoff.

Podría añadirse que los animales no son sólo seres vivientes, sino también sintientes. Es decir, están dotados de un sistema nervioso centralizado que les permite experimentar sensaciones placenteras, aunque también dolorosas, al igual que la especie humana.

En esta misma línea, el maestro Gary Francione distingue que ¨señalar que los animales son sintientes no es lo mismo que decir que están simplemente vivos. Tener sintiencia implica que se es un tipo de ser, que es consciente del dolor y el placer; hay un ¨yo¨ que tiene experiencias subjetivas¨. Estamos ante una presencia, una ¨criatura semejante¨ (Cora Diamond, 2004), de alguien más, capaz de reconocer su propia frustración, miedo o alegría. 

Precisamente, esa condición de sintiencia es la que nos equipara o acerca aún más. Animales y humanos somos iguales -al menos- en eso: ambos podemos padecer sufrimiento y, en oposición, felicidad o bienestar.

Durante siglos se negó la capacidad de sentir de los animales para permitirse así su explotación sin ninguna clase de consideración. Sea para la experimentación (e.g. vivisección), la cacería (e.g. ballenas), o el entretenimiento (e.g. peleas de toros, osos, entre otros), la actividad humana aprovechaba -como le daba la gana- a los animales sin compasión alguna.

La negación de la sintiencia animal servía así, convenientemente, como pretexto teórico para tratar brutalmente a los animales. Si se cree que no sufren, ergo no cabe la compasión ni tener restricciones para el trato o uso que les demos. Negar la sensibilidad y/o sintiencia animal era estratégico para relegarlos a la categoría de simples cosas, que -como tales- podían ser tratados, sin remordimientos, como meros paquetes o rocas.

El avance científico, sin embargo, develó que -en realidad- los animales no sólo sienten, sino que tienen conciencia, tanto de sí mismos como del mundo que los rodea. "Hay evidencias convergentes (...) que los animales (...) poseen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de consciencia, junto con la capacidad de mostrar comportamientos intencionales¨ (y no sólo por instinto), así como estados afectivos similares a los nuestros. Los que tenemos el privilegio de convivir con un perro o un gato en casa, podemos constatarlo fácilmente.

La Declaración de Cambridge del 2012 y luego la de Montreal del 2022, han plasmado el consenso académico sobre estas verdades científicas, al tiempo que coinciden en la ¨necesidad de una transformación fundamental de nuestra relación con los animales¨, condenando las ¨prácticas que implican tratar a los animales como objetos o mercancías¨.

No obstante, a pesar de estos hitos, parecería que la humanidad -en su gran mayoría- se mantiene sorda y ciega. No queremos ver ni escuchar la verdad. Preferimos la apatía que nos permita seguir engullendo jamón, salchichas y chicharrones, que son el producto final de años de maltrato sistemático y cosificación de animales sensibles, como las cerdas. Como los comemos, entonces justificamos cínicamente el tormento que viven, o, en todo caso, nos mantenemos indiferentes.

Acaso el símbolo de la mayor crueldad de la industria porcina son las jaulas de gestación y de maternidad, cuyo fin es inmovilizar a las cerdas durante la gestación (cada ciclo de unos 4 meses) y luego durante la maternidad/lactancia (ciclo de 1 mes). En estas jaulas las cerdas viven paralizadas e impedidas de realizar cualquier comportamiento natural, como caminar, hurgar, correr,  revolcarse, o incluso, girar.

Para este propósito la industria diseña estas jaulas a la medida del cuerpo estándar de una cerda (60 cms de ancho x 1.8 de largo y x 1m de alto), de manera que al ingresar queden atrapadas e inmovilizadas durante cerca de 10 meses por cada año (dado que al año son -al menos- 2 camadas), es decir, casi el 80% de sus vidas.

Esta inmovilización casi permanente produce -como es obvio- ansiedad, miedo y sufrimiento en la cerda, además de lesiones, llagas, cojeras y, en general, dolencias y problemas musculares, óseos y hepáticos.

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Como reflexionó Linita Villamibel,¨un animal en una jaula es lo mismo que un hombre en la cárcel, la única diferencia es que el animal no ha cometido delito alguno para estar privado de la libertad¨. De hecho, un equivalente más exacto sería una cárcel diminuta donde no podemos caminar ni darnos la vuelta, y con sentencia perpetua o de por vida.

Obviamente la industria porcina no hace esto por goce o sadismo, sino porque así ahorran. No es ni podría ser una excusa, pero es el móvil que los lleva a tanta crueldad. Dado que las cerdas están inmovilizadas en esas jaulas, queman menos calorías y por ende requieren menos alimento. Así aumentan sus utilidades, ahorrando alimento y espacio.

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Felizmente, varios países del mundo ya vienen prohibiendo hace algunos años el uso de estas grotescas jaulas inmovilizadoras. Suiza, Noruega o Suecia ya han proscrito las jaulas de maternidad. Asimismo, el bloque de la Unión Europea aprobó en el 2008 la Directiva 2008/120/CE , que prohibió las jaulas de gestación.

Es por ello que desde el 2013 -año en que entró en vigencia la Directiva mencionada- todas las cerdas gestantes que viven en los casi 30 países que integran la Unión Europea deben criarse libres y sueltas, respetándose así -al menos- su libertad de movimiento.

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Más de una década después, tenemos en el Perú -por fin- un Proyecto de Ley que busca alinearnos con las mejores prácticas productivas que ya no emplean estas jaulas por toda la crueldad y afectación al bienestar animal que implican, así como por los riesgos de salud pública vinculados a diversas zoonosis, resistencias bacterianas y brotes infecciosos (e.g. gripe porcina).

Se trata del Proyecto de Ley No. 4534-2022 presentado -valientemente- por la congresista Sigrid Bazán y el congresista Germán Tacuri, que propone una transición de 5 años para que la industria porcina pueda irse adaptando y cumplido este plazo, ya no sea legal el uso de estas jaulas inmovilizadoras en el país.

Como ciudadanos podemos apoyar dicho Proyecto de Ley, dejando una opinión favorable (ingresar a este ¨enlace¨, ubicar en la parte superior derecha el botón rojo ¨presente su opinión¨ y acceda). Cada opinión suma.

Urge que entendamos -por fin- que cuidando el bienestar de los animales, también estamos cuidando nuestra salud. Así que no se trata sólo de un deber ético hacia seres vivos y sintientes, sino también de una estrategia preventiva para evitar enfermedades y hasta nuevas posibles pandemias. Ojalá que la Comisión Agraria del Congreso tenga la sabiduría y el coraje para aprobar este esperado Proyecto de Ley.


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.