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Víctimas y victimarios: Los trabajadores de los mataderos industriales

¨Mientras los hombres sigan masacrando a sus hermanos los animales, reinará en la tierra la guerra y el sufrimiento, y se matarán unos a otros; pues aquel que siembra dolor y muerte, no podrá cosechar alegría, paz, ni amor.¨ (Pitágoras)

Manuel Bartra

Publicado: 2023-10-18

Se dice que ¨el trabajo dignifica.¨ Sin embargo, la realidad desmiente tal aseveración. Por supuesto que no me refiero a trabajos ilegales, sino a actividades que estando dentro de la legalidad, su realización menoscaba la dignidad humana, ya sea porque exigen practicar violencia, crueldad o hacerle daño a otros seres más vulnerables.

Uno de esos trabajos, quizás el que mayor brutalidad demanda, es el de carnicero de la industria ganadera. Se trata de las personas a quiénes se les encarga matar -en serie- a decenas o cientos de animales al día. En estas instalaciones -mataderos industriales- la productividad exige ritmos intensivos. Mientras más rápido ejecuten, les resulta más barato, que es lo que busca la industria ante todo.

El problema es que no se trata -como se pretende asimilar- de apilar paquetes o descartar mermas o bultos, sino que se está ante seres vivos, que respiran, sueñan y, ya no cabe duda, sienten. Tanto para bien, como para mal.

De hecho, el gran naturalista inglés Charles Darwin ya había descubierto y documentado en 1872 -es decir hace más de 150 años- en su libro ¨La expresión de las emociones en el hombre y en los animales¨, que los animales tienen un sistema nervioso que les permite experimentar emociones, desde las más simples, como pena y alegría, hasta las más complejas, como asombro, celos, asco, angustia y desesperación.

La Declaración de Cambridge del 2012, suscrita por un prominente grupo de neurocientíficos de diferentes países del mundo y en presencia de Stephen Hawking, concluyó que los animales no sólo sienten, sino que tienen ¨estados de ánimo¨, muestran ¨comportamientos intencionales¨ (no sólo por instinto) y, en rigor, tienen ¨conciencia¨, tanto de sí mismos como del entorno que los rodea.

En realidad, los que tenemos el privilegio -y también la gran responsabilidad- de tener en casa un perro o un gato, deberíamos poder constatar que -en efecto- todo esto es cierto. Por ello nos despiertan tanto afecto, ternura e incluso admiración.

Sin embargo, en lugar de acariciarlos o contemplarlos, los carniceros u operarios de camales, son requeridos para que asesinen a la mayor cantidad de animales que puedan y sin ningún tipo de anestesia o analgésico. Deben matarlos a sangre fría. Es decir, como si no tuvieran remordimientos, consideración o compasión.

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Quiénes sí muestran remordimientos y resistencia, así como pánico ante el destino propio y el de sus pares que acompañan en el matadero industrial, son los propios animales -denominados de granja- que van desfilando en cola -uno por uno- ante el verdugo ensangrentado que los espera, arma blanca en mano.

Para quienes consumen y financian esta industria, cabe preguntarse qué clase de sustancias o toxinas produce un cuerpo sensible al ser víctima de este horror, así como al ser testigo de la muerte de sus compañeros. ¿Acaso comer esos cuerpos traumatizados traerá efectos negativos en el cuerpo de quien ingiere todo ello?.

Lo cierto es que estos trabajadores, generalmente precarizados y mal pagados a pesar de la carga de degollar seres y luego descuartizar sus cadáveres, van naturalizando la violencia que ejercen a diario, durante largas jornadas.

Como es lógico, a medida que uno se acostumbra a derramar sangre entre alaridos y muerte, algo en uno se quiebra o se pierde, a veces, sin retorno. Es un trabajo que conlleva una pérdida creciente de compasión por el sufrimiento ajeno, que según ciertos estudios médicos, produce una correlación entre esta clase de trabajo, problemas de salud mental, e incluso una tendencia a cometer delitos violentos.

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Ergo, existe una relación directa entre el maltrato animal y la violencia intra especie. El maltrato animal -que se normaliza en estas instalaciones- es entendido como un precursor de delitos violentos hacia otras personas. Como es evidente, si uno es violento con nobles animales, lo más probable es que también sea ¨violento con su familia y su propia especie en general, constituyendo un peligro en abstracto¨ .

De hecho, en criminología, al estudiarse los rasgos comunes entre los criminales violentos e incluso entre psicópatas o asesinos seriales, destaca como patrón la crueldad hacia los animales. De modo que brutalizar animales constituye toda una alerta que debe ser atendida y oportunamente atajada.

No obstante, la industria cárnica persiste en asignarles esa labor -el trabajo sucio- para seguir engordando sus ganancias. Todo un sistema perverso de lucro, que se sostiene tanto a costa del bienestar y de la vida de los animales que explotan y mandan matar, así como del propio bienestar y la salud psicológica de sus trabajadores.

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Finalmente, se trata de un negocio con explotación en diferentes frentes: animales, trabajadores, e incluso del recurso hídrico y del medio ambiente, que sufren -en simultáneo- por la codicia de la ganadería intensiva y su enorme impacto en la deforestación, la emisión de GEI y la contaminación del agua por sus efluentes y residuos.

Ojalá que sus distintas víctimas se unieran: animalistas, trabajadores y ecologistas -en un solo frente, y -tal como hizo el movimiento obrero internacional hace 150 años cuando conquisto la jornada laboral de 8 horas- cooperen juntos contra un mismo adversario: la industria animal intensiva y sus métodos de tortura.


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.