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La mala leche

¨Debo combatir el dolor de los otros porque es dolor, como el mío. Debo obrar en bien de los otros porque son, como yo, seres vivos.¨ Shantideva

Manuel Bartra

Publicado: 2024-01-09

La leche de vaca es -y debería ser- sólo para sus propias crías: los terneros. Toda mamífera, incluyendo la humana, produce leche materna solamente cuando está por dar a luz a fin de alimentar a su bebé. Sin embargo, nosotros -los humanos- nos apoderamos de esa leche ajena, hecha para otros bebés.

Previamente, se insemina brutalmente a las vacas -una y otra vez- en ciclos continuos sin tregua, para que produzcan la mayor cantidad de leche que luego comercializa la industria láctea. También le inyectan -a diario- hormonas de crecimiento (e.g. BST) para que aumenten su producción de leche (hasta en un 20%), lo cual también causa en las vacas enfermedades (mastitis) y lesiones (llagas) por los pinchazos diarios.

A las pocas horas del parto, la industria separa -para siempre- al ternero de su madre. Durante 9 meses -tal como ocurre en el caso humano- la vaca ha gestado a su única cría, afianzando su vínculo a diario. Pero tras el nacimiento y el contacto inicial, se fuerza la separación, a pesar de las lamentaciones y quejidos, tanto de la madre como de su desolada cría. 

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Obviamente ese ternerito -ya huérfano, asustado y hambriento- no tomará nunca más la leche de su madre que -en el mejor de los casos- apenas probo al nacer. Esta es propiedad exclusiva de los señores industriales. A él se le dará una mezcla de grasa con leche en polvo procesada. Lo que realmente era su alimento se destina al consumo humano. Esta es la esencia del negocio lácteo.

A pesar de la violencia implícita, la industria ha tenido éxito ocultando toda esta crueldad -masiva y sistemática- que perpetra a diario con la anuencia cómplice de nuestras autoridades. Para colmo del descaro, hay empresas lácteas que se muestran ante la sociedad como supuestamente responsables y sostenibles. Puro engaño o greenwashing. Es el cinismo hecho carne o, en realidad, hecho leche.

No leche materna, claro, que es la única que cada animal o persona debería tomar durante sus primeros meses de vida, sino la leche de otro animal, de otra especie, de otro ser sensible, a quién -cabe reiterarse- le arrebatamos su alimento, su madre y -con esto- su bienestar y acaso dignidad.

Si nacen hembras, las terneras tendrán el mismo destino que sus madres. Es decir, su existencia será reducida a servir como mera unidad productiva; una máquina viviente, cuyo ciclo repetitivo de inseminación, gestación, despojo de crías y de leche sólo acabará cuando sea llevada al matadero. Son, de algún modo, embarazadas permanentes hasta que sus explotados cuerpos no aguanten más. 

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Si nacen machos, los terneros -incapaces biológicamente de servir a la industria láctea- serán usados como carne de bebé, más cotizada por ser más suave. Para lograr esta suavidad, inmovilizan o encierran al ternerito durante meses para que no desarrolle músculos, se mantenga fofo y engorde rápidamente. Así es privado de moverse, tener contacto con la naturaleza o jugar con sus pares.

En cualquier caso, sea macho o hembra, una vez que llegue al peso ¨óptimo¨, o que la vaca deje de producir suficiente leche, serán llevados al matadero para ser descuartizados -en serie y sin anestesia alguna- y convertidos en filetes, hamburguesas y demás cortes para la parrilla familiar del domingo.

¿Cuánta gente realmente conoce lo que viene detrás del pedazo de carne servido? ¿O de un simple y aparente inocente vaso de leche? Según una encuesta reciente, el 80% de personas ignora estas historias de tortura. Ya enterados sino sorprendidos, cabe preguntarnos: ¿hasta cuándo permitiremos esta locura? Llegará el día en que estas prácticas sean ilegales y la mayoría de humanos nos rehusemos -por ética o compasión- a consumir carne y leche producida así.

Más aún, teniendo ya a disposición alternativas de origen vegetal, como leches de almendras, de avena, de coco, de arroz, de alverja, entre muchas otras, que no implican robar, separar bebés de sus madres y todo el sufrimiento que supone innegablemente. Encima estas alternativas dañan menos el medio ambiente y no llevan rastros de antibióticos y demás químicos que son una amenaza para la salud pública.

La industria láctea y cárnica están advertidas: El internet y las redes sociales permiten que cada día se pueda develar -a su pesar- sus grotescas operaciones y que, tras ello, la gente tome conciencia y opte por alternativas veganas, respetuosas con los demás seres sensibles, incluyendo a las vacas y a sus terneros. Una vez que alguien se entera -por fin- de todo lo que sufren estos nobles animales, tendría que ser muy mala leche para seguir tomando esa leche, ajena.


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.