#ElPerúQueQueremos

El lenguaje tramposo de la industria ganadera

Eufemismos para ocultar el maltrato animal que practican a diario

¨Mientras los hombres sigan masacrando a sus hermanos los animales, reinará en la tierra la guerra y el sufrimiento y se matarán unos a otros, pues aquel que siembra dolor y muerte no podrá cosechar ni la alegría, ni la paz, ni el amor.¨ Pitágoras

Manuel Bartra

Publicado: 2024-06-01

El lenguaje no sólo nos permite comunicarnos. También tiene el potencial de crear o modificar la realidad en la que vivimos. A través del lenguaje se expresan y moldean ideas que pueden ir cambiando nuestro destino.

Por semejante potencial, el lenguaje también es usado como herramienta para falsear o simular la realidad. Así como el lenguaje puede nombrar cosas, también puede silenciarlas o, de algún modo, invisibilizarlas. Puede denunciar hechos, pero también ocultarlos para que nada cambie.

Un ejemplo de esto es el lenguaje empleado por la industria ganadera para describir sus operaciones. A fin de encubrir la brutalidad con que matan -sistemáticamente- a animales sensibles (sin ninguna anestesia), reemplazan el verbo ¨matar¨ por ¨sacrificar¨. Así tratan de negar que matan o asesinan seres vivos y sintientes. Apenas los sacrificarían, casi a modo de ofrenda…casi conmovedor.

Asimismo, la industria denomina ¨centro de beneficio¨ lo que -realmente- es un matadero. Es el perfecto eufemismo, que la RAE define como ¨la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante¨. Es la sofisticación del cinismo. Incluso lo del ¨centro de beneficio¨ es irónico, pues díficilmente pueda ser beneficioso matar animales en serie, donde el terror y la sangre son los protagonistas, que incluso dejan huellas en el mismo verdugo.

we animals media

Existen investigaciones que evidencian la relación -sino causalidad- entre ejercer violencia mortal contra animales y la violencia hacia los humanos. A modo de referencia, se ha determinado que la existencia de un matadero en cierta localidad aumenta su tasa de delitos violentos. Si tu rutina laboral consiste en ser violento y matar animales aterrorizados, algo -acaso perverso- se naturaliza en uno. La violencia solo engendra más violencia.

No obstante, este tipo de investigaciones también son silenciadas por la industria ganadera, que suele tener vinculaciones con la prensa corporativa que -generalmente- omite darle cobertura a esta temática, a pesar de su relevancia social.

Otra estrategia comunicacional de la ganadería industrial consiste en remover la individualidad de cada animal, ya sea durante la crianza o cuando son asesinados. En estos procesos, su existencia tiende a reducirse a números, tal como se hacía antiguamente con los reos en las cárceles o incluso en los campos de concentración nazis con los prisioneros judíos (también aplicable al genocidio de los palestinos). Al anularse su individualidad son cosificados.

Expresiones como ¨cabezas de reces o de ganado¨ evidencian esto último. Para la industria no se trata de individuos -cada uno con una historia, una personalidad propia, un ser sintiente único- sino un conjunto de cabezas aparentemente inertes, que -como tales- no merecerían ningún tipo de consideración moral ni legal.

Esta forma de lenguaje se complementa o refuerza con otras expresiones sociales que todos hemos aprendido desde niños o durante nuestra adolescencia, tales como ¨lo mataron como a un perro". Es decir, muerto como si fuera una cosa sin mayor importancia.

Insultos como "animal", "burro", "cerdo", siempre tienen connotaciones negativas o despectivas, que incluso asumen una característica que no es propia del animal referido. Por ejemplo, el término ¨cerdo¨ o ¨puerco¨ para señalar a alguien que es sucio o cochino, no se ajusta a la realidad de estos animales que -más bien- son limpios. No obstante, el mito y su uso negativo son populares.

También se tiene el uso de pronombres que cosifican a los animales, como si fueran "algo" y no "alguien". Alguien que cuenta con un sistema nervioso centralizado que lo hace capaz de experimentar sensaciones, emociones y hasta sentimientos, como nos resulta fácil comprobar a quiénes tenemos la dicha de convivir con un animal en casa, como un perro o acaso un gato.

Es curioso como la industria ganadera ha tenido éxito creando una suerte de lenguaje paralelo, muy difundido comercialmente, que oculta la verdadera naturaleza de los productos derivados de animales que nos venden. Llaman ¨carne¨, ¨filete¨ o ¨bistec¨ al pedazo de cadáver de la vaca o, peor aún, del ternerito asesinado para ser comida.

Las palabras ¨hamburguesa¨, ¨salchicha¨, ¨nuggets¨, o ¨chorizo¨ también sirven para obviar que, realmente, se está ante una masa combinada de restos de los cuerpos decapitados y triturados de animales sensibles y generalmente bebés, cuyas vidas e intereses son finiquitados -súbitamente- por una industria cruel.

Pero además de las barreras lingüísticas usadas para desconectarnos emocionalmente de los animales y facilitar la disonancia cognitiva hacia ellos, la industria también levanta barreras físicas. Auténticos muros circundan sus instalaciones para prevenir el acceso y el ojo humano. Como si fueran cárceles de máxima seguridad, bloquean y vigilan sigilosamente que nadie, en especial activistas animalistas, ingresen a registrar el horror de sus operaciones.

Como dijo el músico inglés (actualmente vegano), Paul McCartney, ¨si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos¨. No es en vano que oculten -con tanto afán- lo que realmente le hacen a los animales por lucro. Toda su propaganda ¨sostenible¨ (sino publicidad engañosa) con imágenes de animales serenos pastando en la naturaleza se iría al diablo si la gente pudiera ver la violencia y el desprecio con el que tratan a animales maltratados y enjaulados de por vida.

En todo caso, como señala el filósofo chileno Rafael Echevarría, "el lenguaje crea realidades". Y cambiándolo podemos crear una realidad alternativa. Urge un lenguaje antiespecista, que no falsee o haga trampa como el lenguaje de la industria cárnica. Adoptemos el sano hábito de empezar a llamar las cosas por su verdadero nombre. Reconociendo la verdad de las cosas, es como luego podemos mejorarlas. Si acaso lo queremos.


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.