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Sobre la sintiencia animal

El perro es un ser tan sintiente como el mono, el cerdo o la gallina

¨La pregunta no es si pueden razonar, o si pueden hablar, sino -más bien- si pueden sufrir.¨ Jeremy Bentham

Manuel Bartra

Publicado: 2025-01-27

Cualquier persona que tenga el privilegio de vivir en casa con un perro puede dar fe de lo sensible que son. Basta con observarlos y dedicarles un poco de atención para notar que los perros sienten y experimentan emociones, e incluso sentimientos.

En mi caso -por ejemplo- cada vez que salgo de casa, mi perro es tomado por la tristeza, y si la ausencia se prolonga su actitud puede decaer hasta el punto de deprimirse. En cambio cuando regreso muestra gran alegría y hasta desborda felicidad. Si nota que solo acaricio a mi otra perra siente celos. Experimenta asco si le doy de comer algo que no le gusta. Siente miedo -sino pavor- cuando se revientan fuegos artificiales. Se aburre y estresa si no sale al parque a correr y jugar. E incluso cuando duerme lo he visto jadear y hasta llorar en sus pesadillas.

Yendo más lejos, el famoso naturalista inglés Charles Darwin, constató hace casi 2 siglos que los animales no sólo experimentaban sentimientos afectivos complejos, sino que -de modo similar a nosotros- sentían pesar por sus muertos y mostraban respeto por ellos. De hecho, recientemente en el Bioparc de Valencia, una chimpancé llamada Natalia rompió el récord del duelo más largo al sostener en brazos durante 7 meses a su bebé fallecida, hasta que -por fin- pudo dejarla.

¨Se creía que la conciencia de nuestra propia mortalidad era algo que realmente separaba a los animales de los seres humanos, pero la investigación muestra que los chimpancés entre muchos otros animales sienten una tristeza profunda ante una pérdida, compartiendo muchas de las mismas emociones que nosotros¨; se señala en la nota sobre este caso difundido hace unos meses.

Todo esto es prueba que muchos animales -como perros, monos y un largo etcétera- son seres sintientes y criaturas potencialmente sufrientes. En pleno 2025 estos saberes empíricos ya gozan de total respaldo científico. Ya no se trata sólo de consignas activistas, sino del consenso global de la ciencia que, más allá de toda duda, ha documentado la sintiencia animal. Tanto la Declaración de Cambridge del 2012, como la de Montreal del 2022 así lo demuestran:

¨Hay evidencias convergentes que indican que los animales no-humanos poseen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados de consciencia, junto con la capacidad de mostrar comportamientos intencionales. En consecuencia, el peso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia.¨

Es esta capacidad de sufrir y de ser conscientes de su sufrimiento, lo que los hace sujetos que merecen no sólo nuestra protección moral sino también legal. Como dijo el gran Jeremy Bentham hace también 2 siglos, esta protección no obedece al nivel de inteligencia sino al hecho que pueden sufrir.

Este mismo criterio ético aplica para la protección de bebés humanos o adultos con problemas cognitivos. Aunque su inteligencia aún no esté desarrollada o haya sufrido algún revés o parálisis, obviamente igual merecen toda nuestra protección moral y legal. La alternativa sería cruel y criminal.

Ahora bien, también está demostrado científicamente que la sintiencia animal no se reduce a perros, gatos y chimpancés, sino que también está presente en cerdos, vacas, pavos, pollos y cualquier animal vertebrado dotado de un sistema nervioso centralizado. Así que una ternera o una gallina siente tanto como nuestro perro.

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Siendo así, es curioso que la empatía que muchos sentimos hacia los perros o gatos se desvanezca súbitamente tratándose de otros animales igualmente sintientes. Incluso hay animalistas que, a juzgar por sus acciones, más parecen mascotistas que animalistas, dado que la compasión se les agota más allá de la especie de su mascota de turno.

Esta dualidad o doble estándar entre querer a un perro y, al mismo tiempo, comerse a una vaca o un trozo de su cadáver -que evidentemente sufrió para llegar a ese plato- es ética y lógicamente injustificable. Aunque es obra de un sistema cultural en el que todos hemos sido criados, está en nuestras manos cuestionarlo y renunciar a la violencia con que sistemáticamente opera.

Si realmente nos importa que nuestro perro o gato no sufra, ergo también debería importarnos que otros animales -igualmente sintientes a ellos- no sufran; sobre todo, si es a causa de mis gustos gastronómicos o antojos. Como dijo el famoso activista Henry Spira, resulta curioso -sino sintomático- ¨mimar a un animal mientras (le) clava(mos) un tenedor a otros¨.

Este desdoblamiento es tan misterioso como incongruente: Siento amor por mi perro, pero compro otros animales torturados y asesinados para satisfacer mi paladar. Esto es lo que la gran mayoría hacemos a diario y con ese consumo estamos financiando y perpetuando la violencia que sufren millones de animales -tan sensibles y cariñosos- como son nuestros perros y gatos.

Ojalá que -día a día- podamos ir ganando en conciencia y coherencia para beneficio de ellos y también para el nuestro, si consideramos la reflexión -sino predicción- del gran Pitágoras:

¨Mientras los hombres sigan masacrando a sus hermanos los animales, reinará en la tierra la guerra y el sufrimiento y se matarán unos a otros, pues aquel que siembra dolor y muerte no podrá cosechar alegría, ni paz, ni amor


Escrito por

Manuel Bartra

Abogado especializado en derecho animal


Publicado en

manuelbartra

Abogado laboralista especializado en gestión humana con enfoque de género.